Hoy día 9 de octubre, se manifiesta
con la máxima claridad la confrontación existente dentro del pueblo valenciano.
La lamentable pugna entre dos bandos calificados de forma despectiva como “catalanistas”
y los “blaveros”. Una guerra de símbolos (lengua, definición del país denominación
de la lengua).
Una guerra que como todas tiene un
trasfondo económico ya que de la misma tarifan varios políticos y empresarios, auténticos
mercaderes de la manipulación emotiva de la ciudadanía que anteponen sus
intereses personales a la buena imagen de su sociedad como pueblo desarrollado
y cívico.
Posiblemente parte del problema se
solucionaría si se solventará el enfrentamiento que surge de la cuestión
lingüística. Esta meridianamente claro que el nombre de la lengua provoca
fuertes discrepancias. Es de lógica supina que existe una sola lengua, ya que el
catalán, el valenciano, el mallorquín, el andorrano y puestos a ser más
reduccionistas, el barcelonés, el mahonés o el benidormero, son variantes de un
mismo romance latín.
Tal vez, una denominación lingüística
integradora y neutra como “idioma levantino”, “medilevantic” ect….
Nos obstante, resulta obvio dada la
dilación de esta fuerte discrepancia intergeneracional enquistada en la
sociedad valenciana, que para solucionar la cuestión cabría plantearse preguntas
tales como ¿Cuándo nace la identidad valenciana? ¿La identidad española de base
castellana se superpuso a otras ya existentes forjadas durante la Edad Media? ¿Nace
la identidad valenciana en 1.238 con la creación del Reino de Valencia? ¿Cómo
se forja la identidad valenciana entre pobladores provenientes de Aragón y de
Cataluña? ¿Las identidades deben ir más allá de la simple pincelada cultural y presentar
un proyecto político alternativo al del nacionalismo español?
¿Quién es más valenciano? ¿El que
tiene cuatro abuelos valencianos, habla valenciano es fallero, cocina paella y
tiene huerta con naranjas o el que es de padre tirolés o turolense y madre
albaceteña o de Calahorra, es incapaz de pronunciar una o abierta y no
distingue entre una navalate y una clemenvilla?
El actual concepto de identidad
nacional nace en el siglo XIX, y por tanto no es la mismo que tenían en Europa
cunado surgió en la Edad Media y que estaba más estrechamente vinculado a
rasgos étnicos y culturales.
La identidad valenciana se forjó en
torno a la defensa de los Fueros de Valencia y en contra de la aplicación en el
nuevo reino de los Fueros de Aragón. La nobleza aragonesa era de la opinión de
que las tierras conquistadas al sur del río Senia debían ser una prolongación
de su reino. El rey Jaume I, desde su entrada triunfal en la ciudad de
Valencia, crea un nuevo reino al que dota de unos usos y costumbres propias con
la idea de acotar el poder de la nobleza. Este hecho crea un conflicto de
intereses entre estamentos que perdurará a lo largo de más de cien años y que
terminará forjando una nueva identidad, la valenciana.
Así en su origen, nuestra identidad se
definió como un fenómeno inclusivo que no entró en confrontación total y
directa con la catalana y aragonesa de los pobladores cristianos del nuevo
reino, y que respondió a un proceso de identificación con los Fueros de
Valencia primero y después con la ‘gobernanza’ de lo común del reino a través
de las Cortes. En esta nueva identidad predominaban muchos elementos comunes
con los catalanes, dada la mayoría demográfica proveniente de Cataluña y de
otras zonas geográficas catalanófonas.
Posteriormente, diversas actitudes
nocivas, algunas decisiones erróneas, intencionadas o involuntarias y varios
factores exógenos derivados del devenir provocaron la actual situación de
bipolaridad manifiesta en una gran mayoría de los valencianos.
Actualmente, más allá de propuestas sobre
la denominación de la lengua o el diseño de la bandera, lo que se requiere y no
hay es voluntad de las partes y sobretodo de sus líderes por superar el
conflicto.
Finalmente, preguntar si no es mejor
ser un ciudadano honesto y ejemplar, educado que paga sus impuestos y se
comporta de forma respetuosa con sus semejantes que enarbolar exacerbadamente una
identidad como miembro de un pueblo. También reflexionar sobre la
compatibilidad de ambos procederes y terminar apuntando que desgraciadamente en
España cuando se habla de patriotismo o de nacionalismos siempre es por una
bandera o un himno, nunca por una acción en favor de sus habitantes, nunca en
favor de una región y nunca a favor de esa riqueza compartida que nos uniría y
nos haría más fuertes a todos y cada uno de los ciudadanos.